domingo, 16 de abril de 2017

Como es el amor en tiempos de profundo respeto.


Si queremos modificar los paradigmas que tenemos sobre las relaciones afectivas, debemos revisar nuestras concepciones tradicionales sobre el amor en general y el amor de pareja en particular a la luz de un conjunto de valores renovados. En realidad, no sé si Dios es amor, pero de lo que estoy seguro es que el amor interpersonal humano, el que nos profesamos en el día a día y aquí en la tierra, está bastante lejos de cualquier deidad.
Hay al menos cuatro “valores” que han sustentado un amor convencional negativo para la salud mental, los cuales llevamos a cuesta como una obligación histórica que trasmitimos de generación en generación mecánicamente. Gran parte de nuestras relaciones interpersonales y afectivas se rigen por estos principios, que insisto, hemos incorporado a nuestros esquemas como verdades absolutas. Mientras exista este fundamentalismo sentimental estaremos condenados a un sufrimiento absurdo que nos impide vivir el amor de manera libre y relajada.
El primer valor a revisar es el de la fusión amorosa. La obstinación de querer ser uno donde hay dos. “Mi media naranja”, “Mi complemento”, “Mi alma gemela”: pura adicción, pura simbiosis. Un solo espíritu, una sola alma, un solo cerebro, un manojo de ideas amalgamadas hasta el hartazgo. Adiós al asombro. Las “almas gemelas”: ¿no sería mejor, más fácil y pragmático, al menos para los que no vivimos en el “plano astral”, buscar una forma de unión más aterrizada? ¿Qué hacer?: cambiar la fusión por el valor de la solidaridad: estar unidos, en comunidad y de manera participativa. Dos individualidades que se vinculan, porque amar la diferencia es amar dos veces. Estar sindicalizados en el amor.
El segundo valor es el de la generosidad amorosa. No es que esté a favor de la tacañería, lo que ocurre es que en la relación de pareja siempre esperamos algo (en la generosidad no). Si eres fiel, esperas fidelidad; si eres tierno, esperas ternura; si das sexo, esperas sexo, en fin: esperamos.  El amor recíproco da y recibe. Amor de ida y vuelta, equilibrado, justo, ético. No milimétrico, sino proporcionado
El tercer valor es la obligación o el deber conyugal. Las relaciones afectivas cuyo vínculo se instala sobre la base de los imperativos se van agotando a sí mismas. La relación amorosa no puede ser una exigencia. No se trata de estar con quien porque se debe estar, sino estar con quien se quiere estar. Los deberes son necesarios para cualquier tipo de convivencia siempre y cuando no afecten la dignidad de nadie. El deber razonable y bien concebido es un cimiento para el respeto, pero el deber inexorable e irracional tiende a justificar todo tipo de violaciones. Hay que convivir con el deber razonable y pasarle por encima al deber irracional. Es mejor completar las obligaciones, contratos y juramentos con el valor de la autonomía. Autogobierno, independencia personal con ayuda de la razón. ¿Cómo potenciar el “yo auténtico” si no somos libre de desear lo que queremos y de afirmarnos en lo que pensamos?.
El cuarto valor es la tolerancia. Si alguien dijera yo tolero a mi pareja, no apostaríamos cinco centavos por esa relación ¿Hay que tolerarlo todo? Obviamente no. Al igual que cualquier principio de vida, hay que fijar límites. Aunque la palabra tolerancia posee una acepción positiva (pluralismo, democracia), “tolerar”, de acuerdo a un reconocido diccionario de sinónimos, también quiere decir: soportar, aguantar, sufrir, resistir, sobrellevar, cargar con, transigir, ceder, condescender, compadecerse, conformarse, permitir, tragar saliva, sacrificarse. Es más inteligente recurrir al valor del respeto. Reconocer al otro como un interlocutor válido, que tiene algo importante qué decir y a quien vale la pena escuchar en serio. Mucho más que tolerar, sin duda.La 

Los cuatro valores guía que he propuesto tienen arraigos en grandes movimientos a favor de la dignidad. Los tres primeros responden a la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano y el cuatro valor se desprende claramente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El amor saludable y valioso, es compatible con ambas manifestaciones.

Walter Risso.

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